sábado, 11 de abril de 2009

Siete iglesias, una historia


Siete iglesias, una historia
Doña Juana Rivera Romero
Noé Carrillo Molina /El Mundo de Orizaba
México 11 de abril, 2009

Doña Juana Rivera Romero visitó las 7 iglesias.
El Mundo de Orizaba
Cinco pesos, cinco pesos, gritaba un vendedor apostado a un costado de la iglesia San Juan de Dios, que vendía el agua de horchata ante un sofocante sol que se sentía a las 12:30 del día.
El empolvado Centro Histórico de esta ciudad lucía con mucho movimiento; siete destinos y quizá una sola petición movía a todos, no importando la raza ni el color de la piel como cita aquel canto cristiano.
Con el rostro rojo y sudoroso y ataviada con un vestido rosa y el mandil acabado en tablones, llegó la señora Juana Rivera Romero acompañada de su nieta.
Una sonrisa ocultada por el rebozo dio pauta a la entrevista con la mujer de 83 años de edad, originaria de Texmalaca, municipio de Mariano Escobedo.
Ante el vaivén del pie derecho que colgaba y posaba fuera del guarache negro de hule, Juanita fue confiando parte de su vida.
“La mera verdad, es la primera vez que lo hago, ya estoy vieja y nunca lo hice, pero dicen que más vale tarde que nunca”, afirmaba mientras se daba aire con el rebozo.
Inicié en la catedral de San Miguel, pase al Carmen, Los Dolores, El Calvario, ahorita estamos en San Juan de Dios y si Dios lo permite, iremos a la de San José, la séptima será la que me quede más cerca, mencionaba mientras miraba a su nieta Yolanda.
El constante hojear de dedos de los pies eran rastro del cansancio y de la necesidad de entregar un momento a Dios, a Jesús.
Tras casi 10 minutos de plática Juanita se levantó de la segunda banca, miró a la imagen de Jesucristo con la cruz acuestas y luego juntó las manos para orar en silencio.
Su oración y peticiones sólo ella las supo, las guardó como el recuerdo que llevará siempre en su mente de que a sus 84 años, recordó por primera ocasión la liturgia de visitar las siete iglesias.
Escasos 30 minutos tardó en orar, en pedir por los suyos, por sus cuarenta nietos o bien por Antonino y Vicente, sus dos hijos; pero sin dejar de lado también, el recuerdo de Atilano, su esposo, el cual desde hace 38 años ora por ellos desde el cielo.
Hincadas, cuando menos 30 personas sostienen el rosario en manos, difieren en sus oraciones no así en la penitencia, orar y recordar a Jesús en los siete sitios donde fue juzgado antes de morir.

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