miércoles, 15 de abril de 2009

¿Harán más cumbres en Tailanda?


MUNDO
Los 'camisetas rojas' se rinden ante el ejército
Los partidarios del ex primer ministro tailandés anulan las protestas tras la contundente represión militar
15.04.09 -
PABLO M. DÍEZ

Un monje budista camina con un ventilador en la mano en medio de la línea policial para controlar a los manifestantes en Bangkok. / AFP
La inestabilidad puede acarrear pérdidas de 4.000 millones de euros en el turismo
Al menos de momento, el Gobierno de Tailandia parece haber sofocado las violentas protestas de la oposición que han sumido en el caos a este país del sureste asiático desde el fin de semana. Después de los enfrentamientos entre el Ejército y los manifestantes en las calles de Bangkok, que dejaron el lunes dos muertos y más de 120 heridos, los cabecillas de la revuelta se rindieron ayer y levantaron el largo bloqueo que mantenían sobre la sede del Gobierno.
Cabizbajos, hundidos y derrotados. En ordenada fila india, así abandonaron el recinto oficial los últimos 2.000 'camisetas rojas' que, ataviados con este color para distinguirse del amarillo que identifica a los partidarios del Gobierno y del venerado rey Bhumibol, aún seguían reclamando la vuelta del exilio del ex primer ministro Thaksin Shinawatra. Depuesto en septiembre de 2006 por un incruento golpe de Estado y condenado por corrupción el año pasado, este populista magnate de las telecomunicaciones había lanzado un órdago al Gobierno con las multitudinarias manifestaciones que obligaron a suspender la cumbre de países asiáticos (Asean) que se iba a celebrar el pasado fin de semana en Pattaya, un paraíso del turismo sexual.
A pesar de este éxito para la oposición, su capacidad de movilización, que llegó a sacar a las calles a 100.000 personas la semana pasada, se derrumbó cuando el Ejército empezó a dispersar las concentraciones plantando cara a los manifestantes y hasta disparando, al aire según la versión oficial y contra la multitud según los civiles.
Con el miedo en el cuerpo, los opositores se marchaban del campamento mientras la Policía decretaba la orden de detención de 14 de sus cabecillas, entre ellos el exiliado primer ministro Thaksin Shinawatra. Acusados de desórdenes públicos y de reuniones ilegales durante el estado de excepción, algunos están ya siendo interrogados, pero otros, como Jakrapob Penkair, seguían abogando por «continuar adelante con la lucha». «No hemos conseguido nuestro objetivo de devolver el poder a la mayoría del pueblo, ni de hacer regresar al Ejército a los cuarteles, ni de acabar con la intervención de la elite en la política», reconoció Penkair, quien prometió que «hasta que eso ocurra, muchos no renunciaremos».
Más días de vacaciones
Por su parte, el primer ministro tailandés, Abhisit Vejjajiva, intentó calmar los ánimos asegurando que no se había producido la victoria de «ningún grupo concreto, sino de toda la sociedad por la recuperación de la paz y orden».
En un mensaje televisado, Vejjajiva también advirtió de que «las operaciones bajo el estado de emergencia aún no han terminado porque quedan cosas por hacer». Entre ellas, destaca la detención sin cargos de numerosos manifestantes, según reconoció la propia Policía. Para asegurar la tranquilidad tras el aplastamiento de la revuelta, el Gobierno prolongó durante dos días más las vacaciones por el Año Nuevo tailandés, en las que la multitud se echa a las calles para regarse unos a otros.
Sin embargo, este ambiente festivo ha resultado empañado por la permanente inestabilidad política, que supone un fuerte golpe para el potente sector turístico tailandés porque se pueden perder 4.000 millones de euros y 200.000 de los dos millones de empleos que genera.
En realidad, lo que subyace tras el conflicto tailandés es una lucha por el poder entre la elite urbana, leal a la monarquía y apoyada por el Ejército, y los paupérrimos campesinos del mundo rural, a los que Thaksin Shinawatra y sus partidarios compraban los votos tanto en efectivo como con sus populistas medidas. De momento, parece que éstos últimos han perdido la batalla, pero no la guerra porque la crisis de Tailandia se viene arrastrando desde hace dos años y medio.

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