jueves, 30 de abril de 2009

Afganistán ¡Que quieren los gringos ahí? ¿Porque se meten en otros países?


¡Quienes son los gringos para agredir otros países? acaso se creen dueños del mundo...


MUNDO
Caza nocturna de talibanes o gringos
La tensión se eleva al máximo en la base aliada de Nayil ante la amenaza de un ataque
30.04.09 -
MIKEL AYESTARAN
ENVIADO ESPECIAL. NAYIL

Francotiradores de las tropas británicas, a la espera de disparar contra objetivos de la insurgencia en la región afgana de Maywand. / AP

Las tropas de la artillería paquistaní disparan contra los talibanes. / AFP
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«¿Están los españoles en Afganistán?», pregunta un soldado estadounidense para romper el hielo en el inicio de lo que promete ser una larga noche de vigilancia. La agencia de seguridad afgana y los informantes que los norteamericanos tienen en la zona han informado sobre la inminencia de un ataque contra la pequeña base de montaña de Nayil y por eso se han enviado unidades de refuerzo desde Mehtarlam, a las que ha podido sumarse este enviado especial. Agazapados entre una barrera de sacos terreros y los vehículos blindados, esperamos en un punto situado a casi 2.000 metros de altitud, bajo un cielo estrellado, el inicio de la ofensiva.
«Llevan más de treinta días sin atacarnos y por eso damos credibilidad a los informes», comenta el capitán Wilson, que cumple su segunda misión en Afganistán y también tiene experiencia en Irak. En tierras árabes le tocó 'trabajar' en Ramadi, en el sangriento triángulo suní, y piensa que «si pudimos con aquello, también podremos con esto». Los soldados más jóvenes quieren acción y en este puesto de montaña cuentan con munición suficiente para «varias horas de combate».
«Normalmente usan RPG (lanzagranadas), cohetes y ametralladoras; se esconden entre las rocas y no es fácil localizarles. Suelen ser ataques cortos, de menos de una hora, y siempre durante la noche», señala el oficial mientras otea el horizonte con sus gafas de visión nocturna, un sistema que también ha empezado a usar la insurgencia para llevar a cabo sus acciones.
Peligro inminente
Desde la base siguen llegando por radio informes con nuevos detalles de lo que puede derivar en un ataque. Parece que se trata de un grupo de 55 hombres que estarían tomando posiciones en una montaña situada a menos de un kilómetro de donde están los americanos. Hace pocos días que el líder talibán de la zona fue detenido y se espera que el nuevo comandante tenga ganas de exhibir su poderío ante las fuerzas de la coalición. Las nuevas generaciones insurgentes suelen ser aún más violentas que las veteranas y deben ganarse el respeto de los suyos por la vía de la fuerza.
Pasan las horas y se habla de política: «Al nuevo presidente le han puesto el listón demasiado alto». De la misión afgana: «Los refuerzos estadounidenses irán al sur y formarán una gran línea a lo largo de la frontera con Pakistán. «Necesitamos más países dispuestos a pelear». Y de las familias que se encuentran a miles de kilómetros y a las que estos soldados sólo pueden ver durante un plazo de quince días en el transcurso de los doce meses de misión.
A las 23.45 horas, un fogonazo en mitad de la noche rompe la tertulia y, como auténticos autómatas, la tropa prepara sus armas y se coloca en su posición a la espera de sentir dónde caerá el proyectil. «Esto es como la caza de palomas. Sabemos desde dónde atacan y les esperamos desde lo alto para responderles», confiesa el capitán Wilson mientras la radio echa humo. Las normas de combate son claras y se respetan, se trata de acciones defensivas y por tanto nadie dispara una sola bala hasta que se confirma que se trata de una agresión.
Falsa alarma. El fuego no era de un proyectil. La gente permanece sin embargo en sus posiciones hasta que transcurre un buen rato. La tensión se puede sentir en las respiraciones de los jóvenes, que es lo único que se escucha en este remoto valle del este de Afganistán. «Aquí es donde más se tiene la sensación de guerra, mucho más que en las bases grandes», confiesa un soldado que lleva seis meses sin salir de esta pequeña posición en la que tienen el apoyo del Ejército Nacional afgano y desde donde tratan de cortar una de las vías principales de acceso de la insurgencia desde Pakistán.
Viven con lo básico, sin ningún tipo de lujo. Su obligación es llegar a lugares donde nunca lo ha hecho el Gobierno de Kabul y saben que cada metro que avanzan en este tipo de terreno, más altas son las posibilidades de combate.
Horas más tarde, el mando avisa de que es hora de regresar a la base. Se encienden los motores de los blindados y, sin luces, descienden a una velocidad de vértigo hasta la base. «No fun, man!» («No ha habido diversión, tío»), me dice un soldado mientras nos quitamos los chalecos y los cascos. Quizá mañana, puesto que uno nunca sabe cuándo estalla la chispa en una guerra como ésta.

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